viernes, 20 de noviembre de 2009

Humedad en las almas (cuento)

por Rodolfo Noda Ortega
Periodista independiente
Centro Informativo Cubano


9 de noviembre, 2009



La Habana. Humedecía el cielo segundo a segundo, la luna expuesta a media asta, era cómplice junto a tres cuervos que habían quedado congelados de miedo, no propio, aunque real.


Reptiles más fríos que húmedos iban llegando por senderos completamente diferentes, que importaba poco.


La ausencia de sonido alguno no impresionaba, cada fina gota era como reloj de arena, increíblemente se ahogaron tres de las hormigas gigantes, entre ellas mismas las sepultaron en una retirada imprevista, el intercambio químico de las mismas falló o no les importo.


Se mantenía la escena intacta, cualquier cambio lo vio el viejo ciego zorro, de tres patas como marucho, la diferencia, que el apoyo mutilado fue pérdida de apuestas, nunca protestó, ni aulló en quejas ni lamentos, era un excelente perdedor y mantenía su postura.


Mosquitos en festín, comían y morían en igual cantidad. así de tal, era la oscilación de múltiples colas y pisadas de patas con garras de todo calibre, de toda intensidad, de toda mezquindad, intrigas, complots individuales, en absoluto secreto, de común terror, a que fuesen leídos hasta sus pensamientos; envejecieron muchos, otros murieron con la más alta ceremonia, con las más discretas burlas.


Se supo tardíamente, que a cada rana le fue amputado cualquier miembro sonoro, eran ranas mudas y lloronas que ayudaban a mojar aquel suelo hojeado, defecado, vomitado, pisoteado y multidividido.


Tres lechuzas muy separadas unas de otras, formaban un triangulo, casualmente muy parecido al de las bermudas. caprichosamente el cocodrilo acuñaba la afirmación.


Un solo cocodrilo, que nunca se caso, a pesar de que tuvo tres hermosas novias. hermoso animal, una especie jamás vista, fue humillado, ofendido, hasta escupido, muchos lo tildaban de cobarde, chismográficamente fue objeto de estudio por sociólogos y economistas, no hubo un dictamen confiable, menos probable, ni concreto.


Se imponía lo que se veía. las pocas veces que se defendió el agotamiento lo desmoralizo; perdiendo y perdiendo. daba pena de su situación, hasta lastima.


Abría la enorme boca y la cerraba suavemente para no lastimar aparentemente. parecía que moría, muchos lo daban por muerto, pues la última vez que abrió su boca, fue cuando el cumpleaños de Liborio, que ya era jubilado.


Era como un funeral aquel teatro de puesta única, tenue luz grisácea. la paciencia estaba libre pero limitada, como muchas, muchos y mucho. tantos, cautivos, tantas y tanto; _ que pena….


Tres lagartos, disfrazados, con lenguas finas ahuecadas y largas no terminaban sus reuniones, cada ejemplar de diferente generación, no se discutía, murmuraban para sí, excepto el más joven, que repetía: - tengo que vivir, _ tengo que vivir……


Como todo tiene un fin y lo que sube baja, un día, el día que muchísimos esperaban, llegó. Sencillamente, entre los arbustos más altos, verdes, muy verdes, penetró un pequeño rayo de luz, nadie lo notó; si lo notaron callaron.


Solo estremeció el sitio, el grito de un maestro, un verdadero compañero, compatriota, hombre, amigo y masón.


¡Esto sí es luuuuuuuuz!


De repente, todas las hojas comenzaron a caer, de mayor a menor.


Rápidamente todo se ilumino y todos se miraron por primera vez, después de tanto tiempo.


Luz, calor, se respiraba limpio, la plaga se extinguió al instante.


El cocodrilo abrió la boca, para repetir la frase del maestro y fue imitado por casi todos.


Y comenzó a sacudirse, para volver a caminar.


Fin.


Para el Maestro Virosta en su aniversario 85


No hay comentarios:

Publicar un comentario